Dra. Ivonne Lonna, académica del Departamento de Arte de la Universidad Iberoamericana
Hoy más que nunca con la aparición del COVID-19, hasta el más reacio a usar una computadora, un gadget o internet lo ha tenido que hacer para comunicarse, para seguir vendiendo, para que no se le olvide, para combatir la soledad o salir del estrés del confinamiento, para continuar sus estudios o para iniciarlos, para trabajar en modo home office y un largo etcétera.
Desde hace ya años un sinfín de motivos diariamente propiciaban la comunicación, la obtención de información, diversas expresiones de cultura y arte a través de páginas web, correos electrónicos, redes sociales o apps, además de manera paralela se daba un esquizofrénico desarrollo y comercialización de aparatos electrónicos, una carrera desenfrenada de ‘tener’ lo más nuevo de tecnología digital fija o móvil pero con la pandemia del siglo XXI es un hecho que desde que el coronavirus apareció en nuestro país, nos unimos a una vida y cultura digital super exponenciada a nivel global.
El término ‘narrativa digital’, en tanto concepto de ‘narración’ requiere de la linealidad para comprender un relato, pero al ligarlo con el concepto de lo ‘digital’ su naturaleza implica una estructura rizomática, creando una paradoja en este concepto, lo que deja ver que ésta se trata de una posnarrativa o metanarrativa, en un afán por llamarla o categorizarla de alguna manera con términos conocidos pero no por ello necesariamente válidos.

Los soportes electrónicos de lectura digital generan cambios en las manifestaciones artísticas o de información porque pueden integrarse recursos transmedia, sonido, video, animación o gráfica digital, interactivos o generativos, con lo que la narrativa se enriquece al sumar otros elementos para la lectura, o bien al conectar un relato con otro a través del hipertexto, lo que ayuda a complementar o a contraponer lo que se dice. Al mismo tiempo, los medios digitales facilitan la inmersión lectora, e incluso se fomenta la interactividad al permitir que el lector decida ir de una escena a otra, comenzarla y terminarla o abandonarla y comenzar otra nueva. Con las posibilidades que ofrece la tecnología se pueden realizar un sinfín de opciones narrativas y de creaciones artísticas o informativas que incluso aún no se identifican con un término de manera concreta, pero sin duda expandirán los horizontes literarios de las nuevas generaciones creadoras y lectoras.
Una narrativa digital relata un qué —cualquier tipo de expresión/información— y lo hace a través de un cómo —software y hardware—, incrementando el alcance de su recepción y propiciando una lectura no lineal a través de un lenguaje ramificado que se expande y llega a más y más usuarios, lectores, prosumidores, perceptores o consumidores (el término dependerá del área que lo trate). Tal como nombraron Deleuze y Guattari en Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia (1980) a través del término “rizoma” para referirse a una posibilidad de escritura en la que no hay estructura jerárquica sino una en la que todos los elementos que la construyen, pueden impactar en otros. No hay raíz, ni centro, va hacia todas las direcciones. Conecta de un punto hacia otro de información, en los que incluso no hay similitudes, lo que fomenta la heterogeneidad; no hay principio ni fin, y traza incansablemente distintas rutas de obtención de información o de lectura.
Difícilmente podemos reconocer que se trata de una vanguardia que está revolucionando las formas de establecer lecturas, leer los resultados e interpretarlos, pues se requiere que transcurra el tiempo para que desarrolladores de software, de equipos y los lectores mismos de estos productos digitales puedan definir conceptos que aún no se encuentran identificados.

En una sociedad cada vez más tecnologizada, se hace necesaria la reflexión filosófica sobre el impacto de la tecnología y sus efectos sociales, políticos, económicos y culturales. Ante esta situación, el punto de reflexión es la necesidad de pasar de las narrativas originales y singulares a integrar nuevas subjetividades, adaptándose a lenguajes y lecturas acordes con la sociedad del siglo XXI. De esta manera los diseñadores, artistas, comunicólogos, sociólogos, antropólogos y científicos han aprendido códigos que estructuran lenguajes concretos para la creación de productos digitales. En contraste, los usuarios —aquellos quienes interactúan o leen narrativas digitales—, no están obligados a conocer dichos lenguajes de creación para interactuar e interpretar este tipo de productos, pues se acercan de manera intuitiva a través de sus sentidos.
La ‘narrativa digital’ expande las posibilidades de información y de expresión, al mismo tiempo que permite compartir experiencias y conocer lo que nuestros sentidos no han percibido. Con este pretexto, hoy inicio una serie de textos quincenales acerca de cultura digital. Museos, arte, cultura y diseño son la base para exponer la manera en la que tecnología digital es la base de nuestra sociedad actual y de las generaciones del futuro.
Déjeme saber sus opiniones y sugerencias e iniciemos la conversación en: ivonne.lonna@ibero.mx o en mi cuenta de Twitter: @ivonne_lonna.