COVID-19 La reinvención de las danzas devocionales mexicanas en pandemia

COVID-19 La reinvención de las danzas devocionales mexicanas en pandemia

El Dr. David Robichaux, investigador emérito de la IBERO, explica la transformación de los procesos rituales frente a la crisis sanitaria.

Las danzas devocionales en México son dones, ofrendas que las personas hacen a la divinidad con la esperanza de recibir un favor. No son montajes espectaculares de fanatismo, ni expresiones de catolicismo rudimentario. En este contexto, ¿qué formas nuevas se llevaron a la práctica para poder expresar veneración a los santos en México?

El Dr. David Robichaux Haydel, académico emérito de la Universidad Iberoamericana, lo explica en este texto que describe la labor de la antropología a pesar del distanciamiento social.

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Algunas de las descripciones etnográficas de principios del siglo XX ven con cierto desprecio las prácticas religiosas populares. Emplean términos como “paganismo” o “catolicismo rudimentario” considerando que las prácticas eran inferiores a las que se observaban entre las “clases más civilizadas” de México

Lo que encontramos entre la mayor parte de la gente es una adopción de las medidas sanitarias impuestas o recomendadas para atenuar el COVID-19, a pesar de la tensión surgida por la necesidad de cumplir con el compromiso de bailar y de realizar cargos religiosos.

La devoción manifiesta no es “fanatismo”, como la hubieran descrito los anticlericales modernizadores, sino una gran fe que no contradice la racionalidad y la prudencia que supuestamente se asocia con la civilización occidental. Aunque fuerte es la fe, la gravedad de la situación con la muerte merodeando en cada esquina, la gente tomó precauciones, a pesar de la incredulidad inicial de muchos.

La idea de la relación contractual entre los seres humanos y lo divino quedó confirmada. Esta idea que subyace en la organización y ejecución de las danzas fue por primera vez sugerida cuando en 2011 observamos en un pueblo que había más danzantes y músicos en la tarima que público espectador. Influidos por la idea de Marcel Mauss de dar-recibir-devolver, al conocer más danzas en casi 25 pueblos nos dimos cuenta de que no se trataba de montar un espectáculo como en la figura de danza folklórica muy difundida en México. 

Foto: Jorge Martínez.

Se trata de un don, una ofrenda para el santo o para Dios, con la expectativa de recibir algo en cambio, o como una retribución por un favor recibido. Esto fue corroborado en las circunstancias de la pandemia puesto que la gente ideó nuevas formas de cumplir con su compromiso.

Por ejemplo, dejar ofrendas florales en vez de bailar, colocar los trajes y accesorios del baile en la puerta de su casa durante la procesión para evitar el contacto y, cuando se había disminuido algo la epidemia, hacer una “representación” de la danza, es decir, bailar un grupo de diez o doce, en lugar de trescientos y por 15 minutos en lugar de cuatro horas.

Estas formas de sustitución, ofrendas reducidas como un pago a cuenta, se volvieron importantes y fueron descritas como tal, lo que muestra que, a pesar de todo, la idea es mantener la relación contractual. Como dijo uno de nuestros amigos: “el día del baile, me presento delante de la iglesia, vestido para bailar, y diré a Dios: ‘Tú sabes cómo son las cosas. Ya vine, ya me voy’”.

La antropología sin trabajo de campo no es más que una plática de café. No hubiéramos podido realizar el trabajo de “Dancing for the Saints” sin haber estado antes miles de horas en el campo. Los años de contacto permitieron que la gente nos tuviera confianza y aceptara nuestra presencia e, incluso, nos esperaba año tras año en sus procesiones. Tratamos de devolverles videos y la amistad que nos brindaron a nosotros.

Hoy se habla de “netnografía”, hacer etnografía con internet. Con dos excepciones, ya conocíamos a los 25 entrevistados para este trabajo y sin ese conocimiento previo, no hubiéramos podido hacer las entrevistas sobre el tema. Creemos que, por el acompañamiento en sus devociones, la gente nos respeta y saben que los respetamos porque nos han visto mucho y nos conocen.

Es por eso y con el tiempo que nos han compartido sus cosas que saben que no son respetadas o desvalorizadas por los estratos sociales dominantes. El convivir con la gente permite ver la humanidad, el uno en el otro, y esto es un proceso complicado en entrevistas por Zoom.  Se entienden distintas cosas por el trabajo de campo antropológico o “método etnográfico”. 

Distintos problemas de investigación se prestan a distintos abordajes de la realidad. Hay casos en que, de acuerdo con el tema estudiado o las circunstancias de campo, las entrevistas estructuradas son suficientes para una investigación.

En la cuestión de las danzas, hemos aprendido que, sin haber “estado ahí”, es decir, largas horas, durante muchos años en el campo, nuestro conocimiento hubiera sido muy limitado. Esto fue comprobado cuando tuvimos que limitar las entrevistas a la modalidad virtual: el conocimiento adquirido por la observación en el campo nos permitió preguntas más atinadas y matizadas en las entrevistas virtuales.

Foto: Jorge Martínez.

Religions as media. La convocatoria para el número especial sobre religión y COVID-19 de la revista Entangled Religions de la Universidad de Bochum en Alemania fue una oportunidad para profundizarnos teórica y conceptualmente. En mayo recibimos la buena noticia de que el artículo fue aceptado como “pre-print” y que actualmente se encuentra en línea: https://er.ceres.rub.de/index.php/ER/article/view/8901.

En el portal de la revista se encuentran lineamientos muy claros sobre una serie de conceptos analíticos que los autores deben incorporar en los artículos que presentan para publicar.

El de “media” o medios en castellano, “los sentidos” o “lo sensorial” y “tradición” nos parecían lo más cercano a nuestros materiales de campo cuando emprendimos este proyecto en julio de 2020. 

La página de la revista ofrece bibliografía al respecto y algunas de las obras citadas no fueron tan fáciles de conseguir, sobre todo en tiempos de pandemia, sin acceso a bibliotecas, pero también porque se trata de obras muy especializadas. 

En la medida que fuimos adentrando en las entrevistas y reflexionando sobre los datos específicos relacionados con las danzas y COVID-19, nos pareció que el concepto de “religions as media” ofrecía un eje analítico interesante para nuestros datos.

Como remedio a esta situación, los editores del número especial de la revista sugirieron y nos proporcionaron algunas obras pertinentes. El concepto se refiere a los medios en un sentido muy amplio. 

El autor Jeremy Stolow, en una discusión sobre el uso de medios de comunicación en la religiosidad actual, señaló el aspecto de intermediación de las religiones, destacando el uso de objetos materiales en todas las tradiciones religiosas como un puente que conecta a los seres humanos con lo no visible

Esto incluye libros sagrados, objetos rituales, pero también aspectos efímeros como el uso de incienso, música y otros elementos que tienen un impacto sobre lo sensorial. Si bien lo que se destaca el término es esa idea de intermediación o puente entre los humanos y lo invisible, esto se logra a través de soportes materiales.

Fueron para nosotros importantes las ideas de la investigadora Birgit Meyer que hace una crítica muy pertinente para nuestro estudio y que complementan y profundizan en el concepto inicial de “religions as media”. 

Ella señala que la tendencia dominante en la historia de las religiones ha sido influida enormemente por el protestantismo. Desde su perspectiva, había un menosprecio al uso de objetos como estatuas y la ritualidad que, en el protestantismo fueron vistos como distracciones en la religiosidad que se concebía como el contacto directo con lo invisible. Meyer plantea que, al surgir la disciplina de historia de las religiones a fines del siglo XIX, estos supuestos protestantes entraron en los análisis.

Foto: Jorge Martínez.

Los objetos rituales así serían obstáculos al logro del objetivo del contacto directo con lo invisible. A partir de sus investigaciones de campo en Nigeria, Meyer encuentra que el uso de esos medios en realidad es inevitable en la práctica religiosa y casi la esencia de la religión. 

Esto nos permitió destacar la danza como un medio religioso, un puente entre los humanos y lo invisible que, además, es una manifestación o confirmación del nexo que tiene el danzante, también perceptible por los que lo ven. 

Partícipes de la misma tradición cultural que el danzante, los habitantes del pueblo donde una determinada danza es conocida y donde, además, es sabido que se trata de una devoción religiosa, la ejecución de una danza tiene un claro significado y tiene un impacto sensorial sobre los presentes. 

El despliegue de movimientos, música, cantos que son parte de las danzas es una forma de ofrenda colectiva en la que los danzantes representan al pueblo. En ese sentido, también, ejecutar una danza, con todo el esfuerzo físico y económico que implica, funciona como un objeto ritual -es decir, un libro sagrado, una imagen de un santo, el incienso-, puesto que constituye un puente entre danzantes, que representan la colectividad, con lo invisible.

Cuando nos referimos al esfuerzo económico, hay que destacar lo costoso que es la música, y los gastos incurridos por la necesidad de ofrecer comida a los danzantes y sus familiares, el alquiler de tarimas, lonas, equipo de sonido y el costo de los trajes, entre otros. 

Los esfuerzos físicos son los de danzar durante horas, pero también en los ensayos y, en algunos casos, de aprender los largos parlamentos que tienen algunas danzas. Todo esto se acabó con la pandemia. Uno de los informantes, al preguntarle cómo se imaginaba las danzas con restricciones bajo el COVID-19, nos dijo que habría que suprimir las comidas. Indicó que se imaginaba la ejecución de la danza por un número reducido de danzantes dentro de la iglesia, después de la misa, y a puerta cerrada. Y en los hechos, a principios del año 2021 pudimos en algunos casos constatar algo parecido en determinados pueblos como quedó documentado en transmisiones por Facebook Live.

Dr. David Robichaux, investigador emérito de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.

Colaboraron Jorge Martínez, doctorante IBERO CDMX (México); José Manuel Moreno Carvallo, doctorante Universidad Julio Verne-Picardía, Amiens (Francia); y Brenda Macías, integrante de Comunicación de la División de Investigación y Posgrado de la IBERO CDMX (México).

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