Mtro. José Luis Vásquez Costa, coordinador de la Licenciatura en Contaduría y Gestión Empresarial y de la TSU en Sistemas Administrativos y Contables.
Hablar de rentabilidad en la organización representa siempre hablar de procesos, de actividades y tareas, adquisiciones, ventas, cobros, en fin. Esto nos remite a la gran mayoría de las operaciones que los contadores registramos al contar la historia de la organización.
La rentabilidad puede definirse a través de dos conceptos fundamentales; el primero, la relación que existe entre las ganancias obtenidas (utilidad neta) y los bienes que utilizamos para poder producir y obtener productos para la venta, el segundo – más común y fácil de comprender en su conceptualización-, la relación que existe entre los ingresos que la organización obtiene como producto de sus operaciones normales y los costos y gastos que eroga continuamente para fabricar los productos o preparar los servicios que presta y para mantener la empresa en operación.
A este respecto, los márgenes de utilidad que más comúnmente medimos en las organizaciones son:
- Margen Bruto: Es el resultado de dividir la utilidad bruta (ventas – costo de lo vendido = Utilidad bruta) entre las ventas. El porcentaje resultante es el margen bruto.
- Margen operativo: Es el resultado de dividir la utilidad operativa (Utilidad bruta – gastos operativos = Utilidad Operativa) entre las ventas.
- Margen neto: Es el resultado de dividir la utilidad neta (libre del cargo de impuestos) entre las ventas.
Hasta este punto podemos comprender de forma más o menos clara que los diferentes márgenes tratan de explicar cuánto gana la empresa una vez que a las ventas le vamos “quitando” los diferentes conceptos que conforman los costos, gastos e impuestos que una organización genera. Esto, aunque muy interesante, no representa un conocimiento nuevo en el área contable, por el contrario es una de sus piedras angulares. Lo interesante viene al momento de tratar de correlacionarlo con la situación actual que viven las empresas por motivo de la Pandemia por SARS COVID 19 que nos ha mantenido a raya tanto tiempo.
Lo primero que las empresas y otro tipo de negocios han observado es, sin duda, el hecho de que las ventas disminuyen y en algunos casos son nulas. Las empresas que siguen operando han buscado innovar en sus procesos de ventas para seguir manteniendo sus operaciones de forma más o menos regular. Pensando en aquellas que lo han logrado, el siguiente punto a relacionar sería el momento en el que recuperan el valor de lo vendido a través del cobro de la factura. Si han logrado mantener el proceso vivo y sus clientes les están pagando podrían pensar en mantener una operación constante, si los clientes compran pero no pagan; la empresa lo resiente en su flujo de efectivo pero no lo ve reflejado en su rentabilidad de forma inicial.
Si pensamos en los costos y gastos, la relación sería más o menos igual solo que a la inversa, la empresa compra materias primas, servicios, mano de obra y demás necesidades operativas para mantener los almacenes llenos de mercancías o las manos listas para poder prestar servicios – siempre que exista dinero para pagar – es decir, dependeríamos directamente de que hubiese flujo de entrada para mantener la relación y si este no se da, es entonces uno de los momentos donde comenzaríamos a notar cambios significativos en los niveles de rentabilidad de la organización.
En medio de una pandemia como esta, en medio del distanciamiento social y del quédate en casa, ¿Qué han hecho las empresas para mantenerse e incluso crecer?
Algunas, como lo mencione al inicio del artículo, han incursionado en nuevos mercados y/o canales de distribución, aquellas que no estaban en internet a través de aplicaciones como Mercado Libre, Amazon u otros medios se han incluido en ello; negocios como Wal-Mart, Soriana y otros retails fortalecieron su canal de entrega a domicilio o pick up como una necesidad y seguramente se preguntan si es un modelo de negocio que llegó para quedarse o que tenderá a desaparecer cuando las condiciones permitan que la gente pueda acudir masivamente de nuevo a las tiendas. Cinépolis, por ejemplo, ha decidido incursionar en un modelo de “renta” de películas ya manejado por Youtube y streamings como Netflix, Amazon, Fox y HBO entre otras sin que por ello abandone el modelo de cines.
En el otro extremo, en cuanto a la disminución de costos y gastos se pueden presentar fenómenos sumamente interesantes. Muchas empresas han dejado de rentar pisos completos de oficinas alrededor del mundo ya que, al existir el distanciamiento social han enviado a la gente a casa y no solo han incrementado sus márgenes por la eliminación de la renta, también los gastos por consumo de energía eléctrica han disminuido radicalmente de la misma forma que las cuentas por telefonía fija y servicios de internet, gastos que sin darnos cuenta nos han sido transferidos por las organizaciones y ahora se ven reflejados en los recibos de nuestros domicilios.
Incluso empresas como Ford, con más de 50,000 empleados administrativos en el continente, está analizando la posibilidad de continuar con el home office después de la pandemia y liberar miles de metros cuadrados de espacios en edificios de oficinas con un cargo positivo a sus márgenes operativo y neto.
¿Es este un modelo de negocios nuevo?, ¿Es nuestra nueva normalidad?, ¿La empresa continuará como hasta hoy la conocemos o, veremos una transformación y una reconformación de los modelos de negocio a nivel mundial?, ¿Cambiaremos las visitas a centros comerciales, cines, calles comerciales, restaurantes y bares por una vida más cerrada en casa, con salidas ocasionales y con una nueva conformación de gastos?
Lo único seguro, considero, es que si la empresas no son capaces de reconformar la forma en la que generan utilidades a partir de la relación ingreso-egreso y su conversión en efectivo tenderán, lamentablemente, a extinguirse. ¿Cuál será nuestra nueva normalidad? Solo el tiempo y las exigencias del mercado no podrán marcar las pautas de un nuevo mundo comercial.